Bultmann

Por José Angel Fernández.
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Me van a perdonar si no puedo ser ultra-crítico con el señor Rudolf Bultmann. Por supuesto estoy de acuerdo con algunos de sus críticos en que Bultmann cometió errores – ¿no lo hacemos todos? Incluso hoy día parece evidente que algunas de las conclusiones sacadas en su búsqueda personal del Jesús histórico llegaron muy (quizá demasiado) lejos. Por ejemplo, a pesar de que su ‘crítica de las formas textuales’ aún continua siendo usada hoy día, es cierto que en algunas ocasiones mostraba una postura (y unas presuposiciones) demasiado escéptica, históricamente hablando. Por otro lado también es cierto que aunque su programa de ‘desmitificación’ tenía muy buenas intenciones y, en muchos casos, tocaba asuntos y problemas reales del Cristianismo que hemos heredado, sus métodos y posicionamientos filosóficos resultan, cuanto menos, discutibles.
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Sin embargo, si intentamos ser justos con todos los autores que leemos, hemos de ser capaces de separar a Bultmann de sus interpretadores posteriores. No hemos de perder de vista que la intención principal de Bultmann en toda esta empresa de reinterpretación era la de servir al hombre moderno favoreciendo una lectura del mensaje del evangelio de Jesús en términos más próximos a los de su época. Esa parece haber sido su intención al escribir su carta a los trabajadores de Sheffield Industrial Mission intentando explicar el evangelio en términos sencillos y aplicables a su vida diaria. Así, su principal preocupación era con la mitología que reinaba en la mentalidad de las personas que escribieron nuestros textos bíblicos. Un ejemplo de la posible diferencia entre la forma de ver el mundo entonces y hoy podría ser la diferencia entre aquellos que hoy creen que la tierra es redonda (u ovalada) y aquellos que creían que el mundo era más bien ‘cielo’ o ‘cielos’ (arriba) y ‘tierra’ (abajo). Pero es importante que seamos conscientes de que, al intentar esto, Bultmann no estaba haciendo nada que no hubieran intentado muchos antes que él. Haríamos bien en escuchar en este punto a Robert L. Wilken cuando dice, en The Christians As The Romans Saw Them, “El problema del carácter mitológico y legendario de los evangelios no apareció en los tiempos modernos. La fiabilidad histórica de los relatos de la vida de Jesús era ya un problema para los pensadores cristianos del segundo siglo”. En este sentido muchos escritores contemporaneos han usado el nombre y los métodos de Bultmann para intentar llegar mucho más lejos y con intenciones mucho más contrarias al Cristianismo de lo que Bultmann mismo mostraba. Así, cuando criticamos a Bultmann a veces es necesario separar entre ambos.
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Una vez hecha esta distinción, aún es posible que algunos continúen estando en desacuerdo con los métodos y las intenciones de Bultmann. Están en su derecho. Pero lo que no se le puede negar a Bultmann es su tremenda sinceridad en toda esta búsqueda que decidió emprender. En la Biblia se puede leer: “Buscad, y hallareis”. Todos asumimos al leer estos versículos que cuando se dice, ‘buscad’, a lo que se refiere la Biblia es a una búsqueda sincera y abierta, con todo. La pregunta es: si alguien pierde la capacidad, mientras está buscando, de continuar creyendo en ciertas cosas que creía ciertas, ¿debe ser sincero, dejar de creerlas y continuar con su búsqueda, o engañarse a sí mismo y dejar de buscar honestamente? Bultmann pertenecía al grupo de los primeros (junto con otros como Paul Tillich, J.A.T. Robinson o Dietrich Bonhoeffer).
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Es posible que las conclusiones honestas de Bultmann no apelen a muchos de los que las leen y que no comparten sus mismas dudas con respecto a los textos bíblicos. Pero también es posible que esas mismas dudas, y los consiguientes intentos de releer el mensaje del evangelio, resulten ciertamente liberadores para otros tantos. Por tanto seamos conscientes de que nuestra liberación puede llegar a convertirse en la condena de otro. Preguntemos y razonemos, pero no acabemos con el diálogo dogmáticamente; construyamos nuestras casas con cimientos sólidos, pero no de tal manera que no podamos invitar a nadie a tomar café porque nos hayamos olvidado de construir una puerta.
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Tomado del blog del autor en el portal Lupaprotestante.