Por Paul O Leopoldo (Filólogo selectivamente sordo).
www.xulsinsolar.blogspot.com
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In memoriam de Francois Zourabichvilli, un amigo spinozista partido...
El género de la amistad indirecta.
Una breve lista de las “amistades” de Borges nos ofrecería los nombres de: Ramón Gómez de la Serna, Antonio Cancino Assenz, Adolfo Bioy Casares, Alfonso Reyes, Victoria y Silvina Ocampo, María Esther Vásquez,... y seríamos injustos, si no mencionáramos a los padres de Borges: Jorge Luis Borges y Leonor Acevedo de Borges, y a su gato Felpo.
Lo anterior nos daría un resumen más o menos completo de las amistades “físicas” de Borges, pero omitiría a sus grandes, -y eternos- compañeros de viaje: Homero, Dante, Shakespeare, Whitman, Poe, Blake, Stevenson, Chesterton, Melville, Quevedo, Schopenhauer, para solo nombrar a los más citados por el mismo Borges. Capitulo aparte habría que dedicarle a las literaturas plurales o semi-anónimas: germánicas, escandinavas, sajonas antiguas y a ese gran libro semi-infinito: “Las Mil y una Noches”.
Pero así como Borges escribió muchas páginas sobre “poetas menores” y literatura menor (recordar por ejemplo el caso de Evaristo Carriego o su “bestiario”), también nos aventurariamos a afirmar que Borges cultivó “amistades menores”. Acaso “el amor de las doncellas” fue para él uno de ellos, si tenemos en cuenta los versos del poema 1964:
“... ya no es mágico el mundo
te han dejado...
ya no seré feliz
tal vez no importe
hay tantas otras cosas en el mundo...”
Tantas otras cosas en el mundo...como la amistad. O quizá también una especie de amor spinozista, el amor que no espera ser amado. La amistad como un don. En uno de los libros que Borges no escribió (que quiso escribir) y que los clasificadores ya habrían archivado como un “ensayo filosófico”, se encuentra el caso del filósofo holandés Baruch Spinoza. En uno de los poemas que Borges (si) escribió y que dedicó a Spinoza, leemos:
Baruch Spinoza.
Bruma de oro, el occidente alumbra
La Ventana. El asiduo manuscrito
Aguarda, ya cargado de infinito.
Alguien construye a Dios en la penumbra
Un hombre engendra a Dios. Es un judio
De tristes ojos y piel cetrina;
Lo lleva el tiempo como lleva el rio
Una hoja en agua que declina
No importa. El hechicero insiste y labra
A Dios con geometria delicada;
Desde su enfermedad, desde su nada,
Sigue erigiendo a Dios con la palabra.
El más prodigo amor le fue otorgado
El amor que no espera ser amado.
La apología de Borges a la amistad, la búsqueda del verso válido que no requiere justificación es para Borges un método: un recorrido por las páginas blancas, como cuando se va conociendo un nuevo amigo. Un verso libre de todo compromiso externo, de todo artefacto. La amistad como una noche cíclica:
“lo supieron los arduos alumnos de Pitágoras
los astros y los hombres vuelven ciclicamente...
no se si volveremos en un ciclo segundo
como vuelven las cifras de una fracción periódica
pero se que una oscura rotación pitagórica
noche a noche
me deja en un lugar del mundo que es de los arrabales
en una esquina remota
que puede ser del norte, del sur o del oeste
pero que tiene siempre una tapia celeste...
el tiempo que a los hombres trae el amor o el oro
a mi apenas me deja esta rosa apagada
y esta vana madeja de calles que repiten
los preteritos nombres de mi sangre...”
¿Sólo una rosa apagada...?
Borges, de quien ya se ha escrito casi todo o más de lo que él hubiera querido (o soportado, o escuchado, que es lo mismo) tuvo largas y prolíficas amistades al igual que profundas enemistades. Una de las más recordadas es la que lo une (paradójicamente) a la historia de Argentina: el peronismo. Un Borges que había sido provisoria y prematuramente socialista se ve, ya en su madurez, enfrentado a un fascismo contradictoriamente criollo, que según Borges viene a falsear el profundo individualismo del idioma de los argentinos.
Enemistades, como la de estar enfrentado al peronismo es un decir, pues la actitud de Borges apenas si pasó de un Bartleby en asuntos políticos. Más allá de una curiosa anécdota relatada por su hermana Nora, de haber pasado ella y su madre, unas cuantas horas en una comisaría de Policía y el caso “fantástico” de un nombramiento que el régimen le hizo a Borges como Inspector de aves y gallinas del mercado de Buenos Aires, no puede afirmarse que Borges haya pertenecido a comités activos de oposición a Perón. Si Borges se fue de Argentina, fue sobre todo para seguir sus pasiones literarias y nunca se consideró abiertamente como un perseguido político. En todo caso, la enemistad hacia Perón, sobrepasa en Borges todos los límites de los actos de fe.
Amistad que es también el sino trágico de los compadritos, esos fieles herederos del heroico gaucho Martín Fierro de José Hernández, caído en desgracia con el Facundo de Sarmiento y tantas veces elogiado por Borges en poemas, y relatos breves. Lo que une al compadrito con la vida, con la muerte, es el valor heroico que es mencionado por Borges en “página para recordar al Coronel Suárez, vencedor en Junín”. Gestos heroicos que resuelven los destinos de los personajes, por una prueba de amistad.
Y hasta aquí no hemos dicho nada de Macedonio ni de Xul, o tal vez si, autrement. Macedonio comparte con los gauchos citadinos, con los compadritos de la Buenos Aires de principios del siglo XX, un gusto, un sentir, una necesidad (de) por la oralidad. Sus mundos son disímiles. Macedonio, en busca de la última novela mala y/o de la primera novela buena, no tiene tiempo (o deseos) de ocuparse de las fieras y violentas historias de esos dantescos y “sanchescos” seres de los barrios bajos de la ciudad. Su camino es el de la metafísica.
Macedonio, de quien Borges aprendió cierta idea sobre el Tiempo, la Memoria y en especial, el Olvido. En “Adriana Buenos Aires (última novela mala), Macedonio nos dice: “la única verdadera tragedia no es el imposible del amor ni la muerte de los amantes sino el descaecimiento de lo que fue el amor, el Olvido... de todo lo verdaderamente trágico es el Olvido, y de éste lo más desesperante es que no se le advierte: el gradual insidioso advenimiento de la conformidad...”. Macedonio Fernández, Adriana Buenos Aires, ed. Península, Barcelona, 1998, p 10.
Xul, a su manera, pintó en sus cuadros mucho del “alma latinoaméricana”, con la venia de Platón. Uno de los más representativos en este sentido es el que se titula “país”, donde se distinguen las banderas de Brasil, Colombia, Perú, México y Argentina, entre otras. Podemos tener en cuenta también su cuadro “país lejano” que queremos que contemplen.
Alguna vez Borges pudo decir de Xul Solar, como si hablara de sí mismo, -bueno, sí, tambien del “otro”-: “tenemos, pues, esta primera definición de Xul Solar. Voy a tratar de descubrir otra. Diríamos que nosotros, o casi todos nosotros, vivimos aceptando el universo, aceptando tradiciones, conformándonos a las cosas. En cambio, Xul Solar vivía recreando el universo. Lo recreaba a cada momento. Creo que los teólogos dicen que el estado del mundo es de perpetua creación. Es decir, si Dios dejara de pensar en nosotros en este momento, desapareceramos aniquilados por su olvido. Dios nos piensa en cada momento. A Xul eso no le bastaba. Xul recreaba el universo”. Esta es la manera como nosotros nos acercamos a Borges: como un (re)creador del Universo.
Borges compartió con Xul Solar y con Macedonio Fernández su sentimiento de inconformidad, su rechazo a las tradiciones estáticas. De allí también su interés particular por ciertos filósofos y ciertos escritores y nuestro deseo de acompañar(nos) de (a) Borges en este tipo de lecturas, como la que le confía el propio Borges a Sábato en el libro de “diálogos”, recopilado por Orlando Barone. Recuerda Borges una lectura compartida con Xul Solar: “sí, claro... Hölderlin... un poeta muy pensativo. En una edición muy corriente, leímos con Xul Solar unos poemas que escribió cuando estaba volviéndose loco. Poemas de cuando la noche estaba rodeándole”. (Conferencias sobre la Obra de Xul Solar dictada por Jorge Luis Borges en la Fundación San Telmo, 3 de septiembre de 1980).
Luis Cernuda (uno de los cabalísticos olvidos de Borges), traduciendo de Hölderlin, el poema “aplausos de los hombres”, nos recuerda una intima relación que unía a Hölderlin con Spinoza:
Aplausos de los hombres
Hölderlin (traducción de Cernuda)
¿no es celeste mi corazón, su vida más hermosa
desde que amo? ¿por qué en más lo teníais
cuando más orgulloso y feroz era,
de palabra más rico y más vacío?
Gusta la multitud lo que el mercado precia
Y sólo al violento honra el criado;
En lo divino creen
Únicamente aquellos que lo son.
Relación que el mismo Hölderlin definía así: “Cuando se conoce a Spinoza del todo, no hay nada que hacer. Hay que ser totalmente amigo suyo. No hay otra filosofía que la de Spinoza”. En el poema anterior encontramos (al menos) dos ideas centrales de Spinoza. La primera, la crítica de Spinoza a Hobbes con respecto al miedo y al uso de la violencia. Recordemos que para Hobbes, el hombre es lobo del hombre y que el miedo guía necesariamente las acciones de los hombres. Para Spinoza, en cambio, si bien ocurre con mucha frecuencia que los hombres actúan guiados por sus pasiones tristes, siempre es posible transformar la existencia a través de las afecciones felices. Por ello, cuando Hölderlin dice “sólo al violento honra el criado” hay una gran similitud con lo que acabamos de exponer.
A manera de conclusión indirecta...
Según cuenta el mismo Borges, Macedonio Fernández y Xul Solar sólo hablaron una vez. Muchas expectativas albergaba Borges con respecto a esa fantástica entrevista, por el talante de los personajes. Sin embargo, no pudo nacer una amistad entre ellos. Simplemente serían amigos de Borges, por separado. Se trataría de una amistad indirecta.
Este tipo de amistad indirecta puede ser asimilado a uno de los géneros literarios de discurso indirecto que tanto cultivó Platón. La historia que cuenta un amigo de un amigo, que a su vez la refiere a otro, que finalmente escucha Platón (o que alguien le cuenta). Así, en varios relatos sobre Sócrates, éste aparece como narrador indirecto de hecho que él no vio y que luego serían relatado por alguien (Platón) que en ocasiones, tampoco lo escuchó directamente del Maestro Sócrates.
Ocurre lo mismo con muchas anécdotas e historias adjudicadas a Macedonio Fernández, rara vez surgen de un testimonio directo contado por él. Y allí es donde empieza y crece el sentido de la literatura fantástica: en todo lo que está a punto de ser contado, o que casi se ha relatado en su totalidad, pero que al final solo es aparente.
Breve bibliografia recomendada:
Macedonio Fernández. Museo de la novela de la eterna.
Macedonio Fernández. Adriana Buenos Aires
Diálogos Borges- Sábato, compilados por Orlando Barone
Diálogos Borges- Ferrari, FCE, 2005.
Borges, Jorge Luis. Arte poética.
Ana Camblong. Macedonio: retórica y política de los discursos paradójicos, EUDEBA, Buenos Aires, 2005.
Geney Beltran. El biógrafo de su lector. Guía para leer y entender a Macedonio Fernández. Fondo editorial tierra adentro, México, 2003
Cabo de la Vela, Guajira (Colombia). Diciembre de 2006. Ensayo dedicado a los amigos hacedores, Dalia y Victor Hugo
El género de la amistad indirecta.
Una breve lista de las “amistades” de Borges nos ofrecería los nombres de: Ramón Gómez de la Serna, Antonio Cancino Assenz, Adolfo Bioy Casares, Alfonso Reyes, Victoria y Silvina Ocampo, María Esther Vásquez,... y seríamos injustos, si no mencionáramos a los padres de Borges: Jorge Luis Borges y Leonor Acevedo de Borges, y a su gato Felpo.
Lo anterior nos daría un resumen más o menos completo de las amistades “físicas” de Borges, pero omitiría a sus grandes, -y eternos- compañeros de viaje: Homero, Dante, Shakespeare, Whitman, Poe, Blake, Stevenson, Chesterton, Melville, Quevedo, Schopenhauer, para solo nombrar a los más citados por el mismo Borges. Capitulo aparte habría que dedicarle a las literaturas plurales o semi-anónimas: germánicas, escandinavas, sajonas antiguas y a ese gran libro semi-infinito: “Las Mil y una Noches”.
Pero así como Borges escribió muchas páginas sobre “poetas menores” y literatura menor (recordar por ejemplo el caso de Evaristo Carriego o su “bestiario”), también nos aventurariamos a afirmar que Borges cultivó “amistades menores”. Acaso “el amor de las doncellas” fue para él uno de ellos, si tenemos en cuenta los versos del poema 1964:
“... ya no es mágico el mundo
te han dejado...
ya no seré feliz
tal vez no importe
hay tantas otras cosas en el mundo...”
Tantas otras cosas en el mundo...como la amistad. O quizá también una especie de amor spinozista, el amor que no espera ser amado. La amistad como un don. En uno de los libros que Borges no escribió (que quiso escribir) y que los clasificadores ya habrían archivado como un “ensayo filosófico”, se encuentra el caso del filósofo holandés Baruch Spinoza. En uno de los poemas que Borges (si) escribió y que dedicó a Spinoza, leemos:
Baruch Spinoza.
Bruma de oro, el occidente alumbra
La Ventana. El asiduo manuscrito
Aguarda, ya cargado de infinito.
Alguien construye a Dios en la penumbra
Un hombre engendra a Dios. Es un judio
De tristes ojos y piel cetrina;
Lo lleva el tiempo como lleva el rio
Una hoja en agua que declina
No importa. El hechicero insiste y labra
A Dios con geometria delicada;
Desde su enfermedad, desde su nada,
Sigue erigiendo a Dios con la palabra.
El más prodigo amor le fue otorgado
El amor que no espera ser amado.
La apología de Borges a la amistad, la búsqueda del verso válido que no requiere justificación es para Borges un método: un recorrido por las páginas blancas, como cuando se va conociendo un nuevo amigo. Un verso libre de todo compromiso externo, de todo artefacto. La amistad como una noche cíclica:
“lo supieron los arduos alumnos de Pitágoras
los astros y los hombres vuelven ciclicamente...
no se si volveremos en un ciclo segundo
como vuelven las cifras de una fracción periódica
pero se que una oscura rotación pitagórica
noche a noche
me deja en un lugar del mundo que es de los arrabales
en una esquina remota
que puede ser del norte, del sur o del oeste
pero que tiene siempre una tapia celeste...
el tiempo que a los hombres trae el amor o el oro
a mi apenas me deja esta rosa apagada
y esta vana madeja de calles que repiten
los preteritos nombres de mi sangre...”
¿Sólo una rosa apagada...?
Borges, de quien ya se ha escrito casi todo o más de lo que él hubiera querido (o soportado, o escuchado, que es lo mismo) tuvo largas y prolíficas amistades al igual que profundas enemistades. Una de las más recordadas es la que lo une (paradójicamente) a la historia de Argentina: el peronismo. Un Borges que había sido provisoria y prematuramente socialista se ve, ya en su madurez, enfrentado a un fascismo contradictoriamente criollo, que según Borges viene a falsear el profundo individualismo del idioma de los argentinos.
Enemistades, como la de estar enfrentado al peronismo es un decir, pues la actitud de Borges apenas si pasó de un Bartleby en asuntos políticos. Más allá de una curiosa anécdota relatada por su hermana Nora, de haber pasado ella y su madre, unas cuantas horas en una comisaría de Policía y el caso “fantástico” de un nombramiento que el régimen le hizo a Borges como Inspector de aves y gallinas del mercado de Buenos Aires, no puede afirmarse que Borges haya pertenecido a comités activos de oposición a Perón. Si Borges se fue de Argentina, fue sobre todo para seguir sus pasiones literarias y nunca se consideró abiertamente como un perseguido político. En todo caso, la enemistad hacia Perón, sobrepasa en Borges todos los límites de los actos de fe.
Amistad que es también el sino trágico de los compadritos, esos fieles herederos del heroico gaucho Martín Fierro de José Hernández, caído en desgracia con el Facundo de Sarmiento y tantas veces elogiado por Borges en poemas, y relatos breves. Lo que une al compadrito con la vida, con la muerte, es el valor heroico que es mencionado por Borges en “página para recordar al Coronel Suárez, vencedor en Junín”. Gestos heroicos que resuelven los destinos de los personajes, por una prueba de amistad.
Y hasta aquí no hemos dicho nada de Macedonio ni de Xul, o tal vez si, autrement. Macedonio comparte con los gauchos citadinos, con los compadritos de la Buenos Aires de principios del siglo XX, un gusto, un sentir, una necesidad (de) por la oralidad. Sus mundos son disímiles. Macedonio, en busca de la última novela mala y/o de la primera novela buena, no tiene tiempo (o deseos) de ocuparse de las fieras y violentas historias de esos dantescos y “sanchescos” seres de los barrios bajos de la ciudad. Su camino es el de la metafísica.
Macedonio, de quien Borges aprendió cierta idea sobre el Tiempo, la Memoria y en especial, el Olvido. En “Adriana Buenos Aires (última novela mala), Macedonio nos dice: “la única verdadera tragedia no es el imposible del amor ni la muerte de los amantes sino el descaecimiento de lo que fue el amor, el Olvido... de todo lo verdaderamente trágico es el Olvido, y de éste lo más desesperante es que no se le advierte: el gradual insidioso advenimiento de la conformidad...”. Macedonio Fernández, Adriana Buenos Aires, ed. Península, Barcelona, 1998, p 10.
Xul, a su manera, pintó en sus cuadros mucho del “alma latinoaméricana”, con la venia de Platón. Uno de los más representativos en este sentido es el que se titula “país”, donde se distinguen las banderas de Brasil, Colombia, Perú, México y Argentina, entre otras. Podemos tener en cuenta también su cuadro “país lejano” que queremos que contemplen.
Alguna vez Borges pudo decir de Xul Solar, como si hablara de sí mismo, -bueno, sí, tambien del “otro”-: “tenemos, pues, esta primera definición de Xul Solar. Voy a tratar de descubrir otra. Diríamos que nosotros, o casi todos nosotros, vivimos aceptando el universo, aceptando tradiciones, conformándonos a las cosas. En cambio, Xul Solar vivía recreando el universo. Lo recreaba a cada momento. Creo que los teólogos dicen que el estado del mundo es de perpetua creación. Es decir, si Dios dejara de pensar en nosotros en este momento, desapareceramos aniquilados por su olvido. Dios nos piensa en cada momento. A Xul eso no le bastaba. Xul recreaba el universo”. Esta es la manera como nosotros nos acercamos a Borges: como un (re)creador del Universo.
Borges compartió con Xul Solar y con Macedonio Fernández su sentimiento de inconformidad, su rechazo a las tradiciones estáticas. De allí también su interés particular por ciertos filósofos y ciertos escritores y nuestro deseo de acompañar(nos) de (a) Borges en este tipo de lecturas, como la que le confía el propio Borges a Sábato en el libro de “diálogos”, recopilado por Orlando Barone. Recuerda Borges una lectura compartida con Xul Solar: “sí, claro... Hölderlin... un poeta muy pensativo. En una edición muy corriente, leímos con Xul Solar unos poemas que escribió cuando estaba volviéndose loco. Poemas de cuando la noche estaba rodeándole”. (Conferencias sobre la Obra de Xul Solar dictada por Jorge Luis Borges en la Fundación San Telmo, 3 de septiembre de 1980).
Luis Cernuda (uno de los cabalísticos olvidos de Borges), traduciendo de Hölderlin, el poema “aplausos de los hombres”, nos recuerda una intima relación que unía a Hölderlin con Spinoza:
Aplausos de los hombres
Hölderlin (traducción de Cernuda)
¿no es celeste mi corazón, su vida más hermosa
desde que amo? ¿por qué en más lo teníais
cuando más orgulloso y feroz era,
de palabra más rico y más vacío?
Gusta la multitud lo que el mercado precia
Y sólo al violento honra el criado;
En lo divino creen
Únicamente aquellos que lo son.
Relación que el mismo Hölderlin definía así: “Cuando se conoce a Spinoza del todo, no hay nada que hacer. Hay que ser totalmente amigo suyo. No hay otra filosofía que la de Spinoza”. En el poema anterior encontramos (al menos) dos ideas centrales de Spinoza. La primera, la crítica de Spinoza a Hobbes con respecto al miedo y al uso de la violencia. Recordemos que para Hobbes, el hombre es lobo del hombre y que el miedo guía necesariamente las acciones de los hombres. Para Spinoza, en cambio, si bien ocurre con mucha frecuencia que los hombres actúan guiados por sus pasiones tristes, siempre es posible transformar la existencia a través de las afecciones felices. Por ello, cuando Hölderlin dice “sólo al violento honra el criado” hay una gran similitud con lo que acabamos de exponer.
A manera de conclusión indirecta...
Según cuenta el mismo Borges, Macedonio Fernández y Xul Solar sólo hablaron una vez. Muchas expectativas albergaba Borges con respecto a esa fantástica entrevista, por el talante de los personajes. Sin embargo, no pudo nacer una amistad entre ellos. Simplemente serían amigos de Borges, por separado. Se trataría de una amistad indirecta.
Este tipo de amistad indirecta puede ser asimilado a uno de los géneros literarios de discurso indirecto que tanto cultivó Platón. La historia que cuenta un amigo de un amigo, que a su vez la refiere a otro, que finalmente escucha Platón (o que alguien le cuenta). Así, en varios relatos sobre Sócrates, éste aparece como narrador indirecto de hecho que él no vio y que luego serían relatado por alguien (Platón) que en ocasiones, tampoco lo escuchó directamente del Maestro Sócrates.
Ocurre lo mismo con muchas anécdotas e historias adjudicadas a Macedonio Fernández, rara vez surgen de un testimonio directo contado por él. Y allí es donde empieza y crece el sentido de la literatura fantástica: en todo lo que está a punto de ser contado, o que casi se ha relatado en su totalidad, pero que al final solo es aparente.
Breve bibliografia recomendada:
Macedonio Fernández. Museo de la novela de la eterna.
Macedonio Fernández. Adriana Buenos Aires
Diálogos Borges- Sábato, compilados por Orlando Barone
Diálogos Borges- Ferrari, FCE, 2005.
Borges, Jorge Luis. Arte poética.
Ana Camblong. Macedonio: retórica y política de los discursos paradójicos, EUDEBA, Buenos Aires, 2005.
Geney Beltran. El biógrafo de su lector. Guía para leer y entender a Macedonio Fernández. Fondo editorial tierra adentro, México, 2003
Cabo de la Vela, Guajira (Colombia). Diciembre de 2006. Ensayo dedicado a los amigos hacedores, Dalia y Victor Hugo