El pensador Fernando González Ochoa, nació el 24 de abril de 1895 en Envigado, Antioquia, Colombia. Vivió intensos 69 años. Desde niño su espíritu original y rebelde se manifestó con ímpetu. Gracias a la expulsión del colegio -su marginamiento del mundo académico duraría tres años- surgió su primera obra, Pensamientos de un Viejo, que saldría a la luz pública en 1916, presagiando ya lo mucho que tendría por decir en años posteriores.“Pueblo mísero, envilecido por centurias de dominio español, convento de clérigos vestidos hasta las orejas, pueblo cuya capital es Bogotá, ciudad habitada por hombres que piensan, escriben y viven para cubrirse, por que son pecados andantes. Miguel Angel, Goethe, el Libertador y yo no nos tapamos”. Con frases de este tenor fustigaba a todo tipo de jerarquías. Y no se interprete a González como si estuviera atacado de algún brote de xenofobia hacia los bogotanos. En Los Negroides, escribió sobre su tierra natal: “...De ahí que el antioqueño no sirve sino para abrir fincas, para conseguir dinero, y que no se pueda confiar en sus ideas políticas, religiosas etc(...) El medellinense tiene su lindero en sus calzones; el medellinense tiene los mojones de su conciencia en su almacén de la calle Colombia, en su mangada de El Poblado, en su cónyuge encerrada en la casa, como vaca lechera”. Era que Fernando Gonzáles necesitaba sentirse acicate contra políticos y altos jerarcas; vivir a contracorriente y “a la enemiga”, como decía él. Su producción literaria e intelectual fue abundante, sobre todo entre 1929 (Viaje a pie) y 1941 (El maestro de escuela). Durante estos años escribiría la mayoría de sus obras: Mi Simón Bolívar, 1930; Don Mirócletes, 1932; El Hermafrodita Dormido, 1933; Mi Compadre, 1934. Salomé, concebida y registrada en sus apuntes de esos años, aunque sólo vería la luz pública en 1984, contenía las ideas madre de una de sus mejores obras: El Remordimiento, publicada en 1935. Otras obras de esa época fueron Cartas a Estanislao, 1935; Los Negroides, 1936; y Santander, 1940. En Colombia, Fernando González ha suscitado juicios contradictorios. El poeta Juan Manuel Roca afirma que le resulta “difícil encontrar algo más personal, alguien con un don más poderoso para habitarse, con tanta maestría para enseñar el sentido de las palabras”; para Rafael Gutiérrez Girardot, en cambio, fue solo un simulador: “la cuestión de si fue filósofo o ensayista- Dijo- no es una pregunta por si él dejó un “sistema” o una doctrina, sino por el rigor, la coherencia, la cualidad y la adecuada fundamentación crítica de su pensamiento, y nada de eso se encuentra en su obra”. Fuera del país libros como Viaje a Pie fueron recibidos por la crítica como un hecho sorprendente: “Stendhal hubiera amado este libro –Dice la reseña de Les Nouvelles Litteraires. Paris.1929- donde palpita un horror por el ultramontanismo, parecido al suyo: las mismas revueltas, las mismas exasperaciones, apaciguadas, sin embargo, por la serenidad filosófica, porque Fernando González es, ante todo, un hombre de contemplación”.Un escritor ya casi olvidado y sin embargo su escritura nos sigue presente mucho tiempo después de cerrar alguno de sus libros. Y no nos deja de maravillar. |